A principios de este (hasta ahora frustrante) año, perdí mi trabajo, ya tenía tiempo viéndolo venir, no había proyectos en Norteamérica ni en Asia y mis actividades cada vez eran menos, justo cuando decidí que era tiempo de prevenir y empezar a aprender otro sistema para participar en diferentes proyectos, recibí un correo de mi jefe diciendo que necesitaba verme urgentemente y que ya había pedido mi boleto de avión para el siguiente día, desde ese momento lo supe, llegué a conocer bien al "Ratón" (ese es el apodo de mi ex jefe) y sabía que sólo me hacía ir a las oficinas para despedirme, aunque me negaba a creerlo. La mañana siguiente fue terrible, me levanté muy temprano para ir al aeropuerto, no llevé equipaje como acostumbraba, solo mi maletín y el estrés de la noche anterior. Me subí al avión y llegando a la Ciudad de México tomé un taxi directo a la oficina. No pude verlo hasta pasado el medio día pero aproveché la mañana para respaldar mi información y vaciar mi lista de contactos del celular de la empresa. Cuando me pidió que fuera a su oficina mi mente solo repetía: -esto era lo que habías estado deseando, ya estabas aburrida de no hacer nada- y después: -¿y ahora que voy a hacer?, conseguir trabajo es muy difícil-, el Ratón comenzó dándome las excusas pertinentes, razones suficientes, las cuales yo ya sabía y por las cuales era imposible mantener mi puesto sin que generara ingresos, me dijo que él se quedaba satisfecho con mi desempeño pero que hacía tiempo ya que le habían pedido mi recorte. Nos despedimos tan cordialmente como siempre, yo me tragué mis lágrimas, le di mi mejor sonrisa y le dije que había sido un placer trabajar con él, la verdad es que es el mejor jefe que he tenido y él, sin saberlo, me enseñó muchas cosas sobre liderazgo. El resto del día lo pasé entre las oficinas de RH, firmas y despedidas, fui a comer con mis compañeros más allegados y a depositar mi finiquito en el banco, salí de ahí, me pidieron un taxi al aeropuerto, pero a mitad del camino decidí que no quería volver a casa. Le pedí al chofer que cambiara de dirección, llamé a uno de mis mejores amigos (quien también había trabajado en el mismo despacho) para decirle lo que había pasado y quedamos de vernos en la noche, cambié el vuelo de regreso y llegué sin reservación al hotel en donde siempre me hospedaba.
Me asomé por la ventana y vi el paseo de la Reforma tan deliciosamente folklórico como siempre, me senté en la orilla de la cama y simplemente comencé a llorar, lo siguiente que recuerdo es la llamada de Cesar y a mí diciéndole que no podía verlo, supongo que lo comprendió, me regañó como de costumbre y me dejó sentir pena por mí misma el resto de la noche. No sé en qué momento hice la llamada que jamás debí hacer, pero esa misma noche llegó a mi habitación un personaje que hoy en día está en mi lista de muertos y enterrados, entró como siempre, con ese asqueroso aroma a vísceras curtidas y ahumadas, con su andar corto y entumido y esos ojos saltones de historieta de terror sin sabor, llevaba en sus manitas poco hábiles un retrato que me había hecho con los mismos carbones que le regalé tiempo atrás, retrato que yo le había comprado a cambio de un telescopio. Desafortunadamente, como el viaje fue imprevisto, no puede llevar el pago acordado, aunque a él no le importó, estuvo consolándome un rato y después me mostró su trabajo, no era nada de lo que le había pedido, desde ese momento debí saber que nunca pudo ver más allá de lo obvio, pero como buena y ciega mujer no quise ver la verdad. En el peor arranque de estupidez que he tenido le propuse cambiar el telescopio por un boleto de avión a Europa para que llevara su "arte" al viejo continente, él, sabiendo que esa era la oportunidad de su vida no lo dudó ni un momento, se quedó un rato más y después con alguna excusa que no recuerdo se despidió.
Los siguientes 2 meses fueron de preparativos, yo tenía un empleo asegurado con uno de los ex clientes en Bélgica, todo era optimismo y felicidad, como yo ya había estado varias veces antes en Holanda y es considerada una de las cunas del arte, decidí que mientras hacía los trámites para mi visa de trabajo, nos instalaríamos ahí, aun a pesar de que mi empleo sería en otro país. Encontrar departamento se volvió una tarea titánica, nunca me imaginé que pudiera ser tan difícil hacer todo por internet, fue apenas unos días antes del día de partida que encontré de manera casi milagrosa a Giuliana, una chica Peruana que rentaba una maravillosa habitación en La Haya, las cosas eran un poco complicadas y parecían riesgosas, porque ella decía que en ese momento se encontraba en San Diego haciendo algo de su tesis, no nos quedó más remedio que confiar la una en la otra y así sin conocernos me rentó el cuarto, para ambas era un buen trato y después de decenas de instrucciones que me dio, terminé mis maletas y me embarque en mi nueva aventura.
Fue un viaje muy largo, al principio la idea era tomar un shuttle a Phoenix, pero como era caro y el día que me decidí a reservar las oficinas ya habían cerrado, mis mejores amigos, Lupita y Rafa, me llevaron a Nogales, de ahí, después de tener que despedirme apresuradamente de Rafa (todo porque mi querido amigo no había renovado la visa), Lupita me acompañó a cruzar la línea con todas las maletas y de ahí a conseguir un shuttle a Phoenix, tuvimos tiempo suficiente para contarnos muchas cosas y despedirnos como Dios manda, a moco tendido, nos dimos muchos consejos y cuando el shuttle ya estaba arrancando me subí intentando no mirar atrás. Tres horas y media después, me dejaron en el aeropuerto, hice el ritual de acomodo de equipaje para evitar recargos de sobre peso, imprimí el pase de abordar y me fui a recorrer las tiendas libres de impuestos. Una hora después finalmente abordamos y todo transcurrió normal, llegamos a Londres, tuve que cambiar de avión, esperar 2 horas y el vuelo de Londres a Amsterdam me pareció como de 15 minutos, ya en Holanda y como me lo temía (porque era la única Mexicana que llegaba en ese vuelo desde los Estados Unidos), le parecí extraña a los agentes de migración, me llevaron a la oficina, me hicieron mil preguntas, me pidieron direcciones y finalmente se convencieron de que no era mi interés quedarme a vivir en su lindo paisito plano y hundido, el agente de aduana también me hizo la suya y después de eso quedé libre, me fui directo a comprar el boleto de tren a La Haya (se me ocurrió tomar el que se detenía en todas partes) y en cuestión de una hora estaba llegando a Hollands Spoor, la estación en la que debía bajarme, fui a tomar el Bus 18 en dirección Clingendael y en medio de la llovizna llegué a mi destino, caminé una cuadra y media como me indicó Giuliana y ahí estaba la casa, Jonathanstraat 57, toqué el timbre y parecía que no había nadie, empecé a desesperarme pero para mi buena suerte la puerta finalmente se abrió y me recibió Simone, una chica Alemana que también rentaba una habitación en la casa, me ayudó con las maletas y me dejó instalarme en mi cuarto, lo único que estaba yo necesitando era darme un baño y dormir un par de días seguidos.
La primera noche fue muy fría, parecía que el radiador de la calefacción no servía, casi no dormí y el jet lag estaba haciendo estragos, apenas salió el sol y me levanté a bañarme y a acomodar un poco mis cosas, pase el día durmiendo a ratos, viendo la nieve por la ventana a otros, era un poco deprimente pero solo era cuestión de esperar al día siguiente a que llegara "el pintor" y todo mejoraría, al menos eso fue lo que pensé. Por la tarde apareció Jean, el sobrino de la casera, cuando llamó a mi puerta yo esperaba ver a alguien mucho mayor, pero cuando abrí me encontré con un chico muy amable y sonriente, le hablé en inglés y él más o menos respondió pero de inmediato me dijo que también hablaba español y que para él sería más fácil, le pagué la renta tal como había acordado con su tía y se esfumó a su habitación.
Al día siguiente, apenas amaneció y yo ya estaba alistandome para ir al aeropuerto a recoger a Carlos (ese es el nombre del "pintor"), estba muy nerviosa porque en el fondo creía que él no iba a ser capaz de poder pasar por el filtro de migración, cuando llegó su vuelo, la gente tardó mucho para poder salir, algunos decían que los agentes de migración y aduana estaban muy estrictos, y yo no dejaba de pensar en todas las cosas que Carlos había dicho sobre negarse a hablar inglés y las pocas pruebas que tenía para demostrar que no era su intención quedarse permanentemente en Europa, para cuando había pasado hora y media desde que su vuelo aterrizó, perdí todas mis esperanzas, estaba por irme cuando un señor me preguntó si esperaba a alguien del vuelo de México, parecía que habían tenido problemas con una parte del equipaje y mientras platicaba con el señor, Carlos apareció por la puerta, mi cara debió haberse iluminado porque el señor de inmediato supo que él era la persona a la que yo estaba esperando, le dije que estaba en lo correcto, le desee suerte y me despedí.
Si de algo puedo sentirme orgullosa es de que no he perdido mi capacidad de asombro, siempre que me expongo a algo nuevo y especialmente a un país desconocido, todo me sorprende, todo quiero tocar, probar y ver, esa era precisamente la reacción que yo esperaba de Carlos, esa era de hecho, la primera vez que él viajaba en avión y a la vez, su primera vez fuera de México, me sentí algo decepcionada cuando él no mostró ninguna curiosidad por nada, asumí que estaría cansado y simplemente lo llevé a la casa mientras le explicaba como pedir los boletos de tren, como leer la programación de las corridas, en donde estaban las plataformas y en general lo diferente que es la vida y la gente en Europa, me sentía realmente feliz de verlo finalmente viviendo lo que yo creí que sería el inicio del éxito que él tanto había estado buscando así que no le di mucha importancia su apatía.
Durante la primer semana nos dedicamos a conocer un poco la ciudad, a acostumbrarnos al huso horario y a comprar algunas cosas que nos hacían falta para la habitación, yo creía que ya sabía utilizar el sistema de transporte de Holanda, pero una noche platicando con Simone me di cuenta de que había estado pagando el doble y hasta el triple en algunas ocasiones, ella amablemente me regaló un mapa de la red de camiones y tranvías y me explico la complicada lógica Holandesa para el transporte público, aprendí algunas palabras en Holandés para que me fuera más sencillo y entonces sí estuve lista para moverme por donde quisiera. Además de eso tenía la bicicleta que le había rentado a Giuliana, una de las cosas más impresionantes de ese país, es su infraestructura totalmente amigable para los ciclistas, discapacitados, personas mayores y madres con carriolas, ¡incluso hasta para los perros! La primera vez que la utilicé fue entre terrible y emocionante, la última vez que anduve en bicicleta antes de eso había sido 15 años atrás, pero como bien dicen, es algo que nunca se olvida y solo me tomó unos minutos el recobrar la habilidad, aunque eso sí, andar por las avenidas y cualquier persona que se me acercara demasiado me daba miedo, y era mil veces peor si salía con mis roomies, Jean se divertía haciéndome sufrir fingiendo que iba a chocar su bicicleta contra la mía.
Fue el primer fin de semana, justo después de haberlo llevado a Ámsterdam, que Carlos mostró quien era realmente, yo ya me había ido a la cama pero no podía dormir, mientras que Jean y él siguieron tomando mezcal, los escuchaba hablar y como mi acostumbrado insomnio no me dejaba en paz decidí ir con ellos un rato más, cuando empezaba a bajar las escaleras me di cuenta de que hablaban de mí, mejor dicho, Carlos estaba hablando de mí, de la forma más despectiva que pude haber imaginado, e incluso inventando historias tan viles y poco dignas que me dieron ganas de vomitar. Estaba muriendo por bajar a confrontarlo y correrlo de la casa, pero en ese momento decidí que por primera vez en mi vida no iba a actuar visceralmente. Regresé a mi cama, totalmente en shock, tan decepcionada que ni siquiera pude llorar y obviamente mucho menos dormir. Un par de horas más tarde lo escuche entrar al cuarto, asquerosamente borracho, lo vi intentar llegar a la cama pero se cayó y se quedó dormido en el piso, deseaba golpearlo hasta cansarme pero simplemente me di la vuelta y trágandome todo el dolor me quedé dormida yo también.
Puedo aceptar que las personas tengan una opinión personal sobre mí, buena o mala, pero jamás el ser utilizada, desde esa noche se me murieron toda la admiración, el amor y los deseos de verlo triunfar que yo tenía, estar en la misma habitación que él me daba asco, no podía creer que después de 2 años de conocerlo no hubiera podido darme cuenta la clase de persona que era.
Intenté fingir que no sabía nada, pero mi aversión por él era más que evidente, 2 semanas después, durante otra de nuestras veladas de póker y cervezas, no pude aguantar más y le dije que lo había escuchado aquella noche, intentó negarlo usando a Jean como testigo, pero afortunadamente Jean no se prestó al juego y nos dejó hablar al respecto y al final le dije que solo esperaba que sus vilezas valieran la pena y que no tuviera que regresar a México más mediocre y derrotado, le regalé mi mejor sonrisa hipócrita y me fui de ahí.
A partir de ese día vivimos una guerra silenciosa, él nunca limpiaba su parte del cuarto, se llevaba al ático el cable del internet, dejaba que su ropa sucia apestara el ambiente y me fastidiaba la comida cuando le tocaba cocinar, yo me levantaba temprano y no tenía ningún cuidado de no hacer ruido, le quitaba el cable y a cada oportunidad que tenía le dejaba ver el desprecio que sentía por él. No puedo entender cómo es que una persona puede tener tanto miedo de todo, Carlos nunca fue capaz de salir solo a la calle, durante las 6 semanas que estuvo en la casa se apego totalmente a Jean, era incapaz de comunicarse porque se negó rotundamente a hablar el poco inglés que sabía, nunca se preocupó por los deberes de limpieza, pasó el tiempo durmiendo hasta la 1 de la tarde, gastándose en cervezas el poco dinero que su familia le mandaba y jugando ajedrez. En todo ese tiempo solo logró completar una pintura, cuando fue a las galerías nadie se interesó en su trabajo y de la nada, un buen día decidió que tenía negocios en España y sin decirme media palabra planeo su viaje.
Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, me preocupó el hecho de que iba a dejarme sola con la responsabilidad de la renta, no era un gran problema realmente porque yo todavía tenía dinero y estaba trabajando algunas horas a la semana pero definitivamente no iba a dejar que volviera a comportarse de esa forma conmigo, el había decidido irse sin decirme nada y le mandó un correo a Giuliana diciendo que se iba de la casa y que quería pagar solamente por los 7 días del mes que se había quedado, ella de inmediato me llamó para preguntarme qué estaba pasando, ahí fue cuando supe los detalles de su partida, le dije a ella que no tenía la menor idea lo que él había escrito en su correo pero que como yo había hecho el trato con ella yo tomaba toda la responsabilidad, me dejó por unos minutos para que hablara con Carlos y aclarara la situación. En ese momento estaba tan enojada y alterada como solo había estado con mi padre muchos años atrás, tuvimos una terrible discusión en la que su argumento era que no podía hacer nada porque ya no tenía dinero y su boleto a España no era reembolsable, a esas alturas ya no le importaba mostrar su cinismo, así que a mí dejo de importarme su situación y le di hasta las 4 de la tarde del siguiente día para conseguir el dinero de la renta que le hacía falta, él me miró burlonamente pero no contaba con que su boleto de avión había sido pagado con mi tarjeta y que yo era la única con el poder para manejar su reservación, cuando se lo dije y lo amenacé con cancelar su vuelo de regreso, su estúpida sonrisa se borró de su cara.
Unas pocas semanas antes había llegado a la casa Egie, un chico Nigeriano que estaba terminando su maestría en toxicología en la universidad de Utrecht, al principio era muy reservado y prácticamente pasaba el tiempo fuera de la casa o encerrado en su habitación, pero con el tiempo logramos hacernos buenos amigos y él terminó por integrarse a la dinámica de la cocina, acostumbrábamos a turnarnos para cocinar la cena y generalmente el resultado era maravilloso, así conocí varios platillos deliciosos, como la sopa de cebolla con vino blanco, el cous cous, un pollo Italiano horneado con papas al ajo, papas Francesas al gratín, la mejor salsa boloñesa para pastas, eba, omelette Griego, pan Francés y hasta aprendí con Jean a voltear las crepas haciéndolas saltar del sartén.
Finalmente, al cabo de unos días, Carlos se fue de la casa para no volver, durante ese tiempo yo dormí en la cama extra que estaba en el cuarto de Egie, él había ido a Manchester a hacer algunos experimentos para su tesis y amablemente me dejó quedarme ahí.
Las cosas mejoraron mucho para mí, a pesar de que no conseguí el empleo en Bélgica había decidido probar suerte enviando curriculums, disfrutaba de ir a la playa, pasear en bicicleta, recorrer las calles, hice nuevos amigos y de repente comencé a sentirme totalmente cómoda viviendo en La Haya. Jean y yo nos hicimos muy amigos, se convirtió en mi hermanito menor, nos cuidábamos el uno al otro, bromeábamos todo el tiempo y hasta compartimos nuestros problemas e historias familiares. Creo que somos muy parecidos en muchos aspectos y es por eso que tuvimos una conexión maravillosa, él es mitad Peruano y mitad Belga y se siente muy orgulloso de sus raíces latinas, puede que tenga solamente 20 años pero ya es un gran hombre desde ahora y seguramente tiene un gran futuro por delante. Con Egie las cosas fueron un poco complicadas, Jean y Carlos se dieron cuenta antes que yo de que él estaba teniendo demasiadas atenciones conmigo, no fue sino hasta que tuvimos un incidente al final de una de nuestras veladas de póker que yo lo supe. Todos habíamos bebido demasiado, yo decidí irme a dormir, cuando ya estaba en la cama escuché que alguien entraba en mi cuarto, no sé si pensé que era Carlos o si simplemente no me importó, pero lo siguiente que vi fue a Egie parado junto a mi cama, creo que habíamos discutido un momento antes porque él decía que quería darme un abrazo o algo sobre disculparse, me senté, le extendí los brazos y le pedí que se fuera. Volví a acostarme pero él se quedó ahí parado, después de eso se inclinó para abrazarme y luego comenzó a besarme. Yo no reaccioné de inmediato, me tomó un momento darme cuenta de lo que estaba pasando, y cuando él comenzó a ir más lejos me enojé y grité para que se fuera.
Pensé que los demás habían escuchado todo y que iban a subir pero eso no sucedió.
Al otro día me levanté tarde, le dije a Jean que quería hablar con él y le dije lo que había pasado, mi intención era hacer que corrieran a Egie de la casa, estaba muy enojada y cuando Jean volvió después de haber confirmado todo, me pidió que me calmara y que no desconfiara de Egie, que la noche anterior todos habíamos bebido mucho y que eso no iba a volver a pasar, que de todas maneras él y Carlos iban a vigilar de cerca.
Las semanas pasaron y no hubo más incidentes, Jean consiguió 2 trabajos y pasaba todo el día fuera de casa, Egie y yo nos hicimos buenos amigos, en ese tiempo yo conocí a Mozafar y a Francisco, los encontré mediante CouchSurfing, un día me invitaron al Cirque du Soleil en Ámsterdam, con ellos iba Diana, una encantadora chica de Lituania a quien no volví a ver, a partir de ahí seguí saliendo regularmente con Francisco y en ocasiones veíamos a Mozafar y a otros de sus amigos de la OPCW. Estaba contenta de tener más amigos y tranquila porque en casa los problemas se habían acabado, Egie tenía muchos detalles lindos conmigo y empezó a tocar mi corazón, me di cuenta de que Francisco y yo no eramos tan compatibles como pensé en el principio y decidí dejar de verlo porque además de todo yo no me sentía lista para estar en ninguna otra relación.
Egie y yo nos hicimos cada vez más y más cercanos y llevamos nuestra amistad a otro nivel, yo tenía miedo de que las cosas no fueran lo que parecían porque sabía que él tenía una novia en Nigeria, aunque él me dijo que ya había terminado con ella. Me gustaba pasar el tiempo con él, me sentía protegida y querida, a pesar de que no le gustaba mucho salir a caminar o andar en la bicicleta lo hacía para acompañarme, él aún era estudiante y a veces su beca no le alcanzaba pero aún así se las arreglaba para llegar a casa con un muffin, chocolates o cualquier cosa que él pensara que podría gustarme, con todos sus detalles logró romper mis barreras y comencé a imaginar como sería una vida en su país, a creer en su proyecto de vida y a pensar que quizás él era el hombre indicado para mí. Quizás no era mayor que yo, quizás nunca imaginé que podría llegar a fijarme en alguien como él, pero sucedió.
Bien, es tiempo de terminar con este relato...
Las cosas no salieron bien, hubo mentiras, confusiones y mal entendidos, yo vivía en una montaña Rusa emocional, un día me llamaban para ofrecerme un empleo sin importar que no tuviera el permiso de trabajo y después se retractaban, fueron tiempos muy difíciles para mí. Jean llenó esos meses de mi vida con su ternura y su vitalidad, un día, cuando me vio muy triste por la situación en la que estaba, me propuso matrimonio para que yo pudiera obtener la nacionalidad Belga y así conseguir un trabajo, me sorprendió mucho pero no podía aceptarlo. No podía hacerle algo así, él apenas tiene 21 años y no tendría porque meterse en esos problemas, además de que no quería que él pudiera pensar que yo solo quería utilizarlo.
A principios de Junio, llegó a la casa Dasha, una chica Ukraniana que estudiaba en Portugal, había ido a La Haya a hacer sus residencias profesionales, con ella trajo a su hija Ania, una preciosa bebé a quien de inmediato adoré, su presencia en la casa despertó mi instinto maternal y me hizo imaginarme viviendo una vida totalmente diferente a la mía, en una hermosa casa, con una gran familia y niños corriendo por todas partes.
Pasaron las semanas y la fecha de mi vuelo de regreso se acercaba, tenía que decidir entre correr el riesgo de quedarme como ilegal o regresar a México y acabar con mi sueño.
El último intento que hice por quedarme fue ir a Suiza, así podría conseguir un sello de salida de la Union Europea, el plan era volver por tren, de esa forma no me sellarían el pasaporte al entrar nuevamente, el problema fue que al llegar al aeropuerto de Basel, el agente de migración no me selló el pasaporte de entrada al país, lo que yo no supe hasta después, es que yo debí pedir el sello. Me quedé unos días en Zurich, en casa de mi amigo Olivier y su esposa Estelle y regresé a La Haya sintiendome muy triste y derrotada.
Ya no me quedaban dinero ni tiempo ni esperanzas, así que llegado el día hice mis maletas, Jean y Egie fueron a dejarme a Hollands Spoor, no pude evitar llorar, Jean me dijo cosas muy lindas y me dio un largo abrazo, me despedí rápido de Egie y me subí al tren, me quedé mirandolos por las ventanas de la puerta hasta que el tren comenzó a moverse. Creo que lloré el resto del camino al aeropuerto, todo era un poco confuso, la tristeza me invadió, no podía pensar.
Hice mi check in, fui a buscar algo para beber y comenzó el largo viaje de regreso a mi amado México.
No me arrepiento de lo que viví, a final de cuentas aprendí mucho sobre mí misma, hice grandes amigos, me enamoré de otro país, de sus calles, sus aromas, su gente extraña, su tolerancia, sus costumbres y sus papas con saté.
No se a donde pertenezco, no se a donde quiero ir, no se que quiero hacer, pero descubrí que cualquier lugar puede llegar a convertirse en mi hogar.
FIN.
3 comentarios:
continua.. me tienes intrigado.
Yo tambien ya me quede sin empleo =(
besos
Hola Gil, es bueno saber de ti, tu tampoco has escrito mucho ultimamente... ¿que nos pasa?
vaya, lei todo! y a pesar q ando con el tiempo en contra... necesitaba un poco de despeje. Se oye todo tan... fuerte, mas que se un q otro detalle :s
Al final regresaste a mexico, q no querias mucho el regreso, pero a lo q veo ha sido bueno, q ya tienes varias cosas por agradecer.
Te mando un abrazote, espero estes muy bien, ya sabes que te extraño :(
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